SOBRE PERLAS, TESOROS Y MERCADERES.

Escrito el 27/06/2022
Adrián Culjein

“Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo. También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.” Mateo 13, 44-46

Una de las cosas más hermosas de seguir a Jesús, de vivir en medio de su reino, es que nos mantiene vivos y en un estado de aventura constante, estamos siempre fuera de nuestra zona de confort. Si eso no nos pasa, tenemos que revisar nuestra vida con Jesús, salir del sillón y ponernos en movimiento.

Dice la palabra que Jesús hablaba siempre con parábolas (mateo 13,34), cuando se sentaba a enseñar.  Sería como un maestro que te enseña algo que no terminamos de entender,  un mensaje que nos deja siempre con una tarea, donde lo importante no es tener la respuesta sino buscarla.

El reino de los cielos se parece al hombre que encontró un tesoro oculto, es decir que estaba buscando algo y también se parece  a un comerciante que buscaba perlas finas, es decir a alguien que efectivamente estaba buscando algo en su puesto en el mercado.

Pobre de nosotros si un día, como cristianos dejamos de buscar. Si nos acomodamos. Si tenemos todas las respuestas. Qué bueno si siempre buscamos, si la realidad nos conmueve y buscamos salidas, soluciones, si el prójimo nos activa. Qué bueno, que sin buscar podamos reconocer la riqueza del tesoro que se nos presenta.

Porque la parábola de Jesús, donde nos revela un detalle del Reino, tiene varias cosas en que pensar, lo importante de los tesoros o de las perlas, tienen que  ver con el valor que se les da. La mucha o poca valía de las cosas tienen que ver con la mirada que evalúa. La mirada fina del mercader de perlas, que le permite descubrir el valor de la perla entre otras muchas y  hacerlo rápidamente para que nadie la compre antes que él. Lo mismo que el tesoro, si un hombre en la época de Jesús, al hacer un pozo en la tierra, se hubiera encontrado un líquido negro que salía del piso, seguramente no habría dicho que tenía un tesoro sino un problema.

¿Cuál es el valor del reino? que no se nos pase por nuestra vida sin poder apreciarlo, que no dejemos de buscar sus riquezas, como le paso a otro personaje de las parábolas, que dejaron el reino enterrado por su rutina, sus problemas de la vida - mateo, 13,22 – (que se ve que hace 2020 años también tenían)., o por su falta de confianza en Dios

Es notable que ambos personajes de la parábola no reciben el tesoro sin hacer nada, es decir, la imagen del genio de la lámpara que cumple nuestros deseos está bastante lejos del Reino que Jesús nos enseña. A veces vamos a la Iglesia, o a los santos, buscando un milagro, como Aladino que frotaba su lámpara, pero el reino de Jesús, requiere algo más.

Siguiendo la parábola, ambos personajes “venden todo lo que tienen” y compran el tesoro o la perla. Hay un riesgo, una actividad novedosa, una entrega, un jugarse todo a una carta, que bien vale la pena, por su valor. ¿Nosotros como estamos? ¿Somos capaces de vender todo por la perla? Tal vez lo hicimos hace unos años, cuando nos encontramos con el amor de Jesús, y el fervor y el enamoramiento nos llevó a cambiar el rumbo de nuestra vida. ¿Pero ahora a los 5 años o 10 o 20, volveríamos a vender todo?  ¿Apreciaríamos el valor de la perla o del tesoro?

¿Qué es venderlo todo hoy? Algunas ideas son entregar a cambio del reino nuestro tiempo, para orar, para dedicarlo al prójimo; piense en las inversiones inútiles que tenemos en televisión, redes, celulares, o a veces en un exceso de trabajo o tantas cosas. ¿Seriamos capaces de entregar nuestro orgullo? Nuestra forma de ver la vida, nuestros criterios, nuestros miedos y cobardías, ¿seremos capaces de entregar rencores y pedidos de perdón? Seremos capaces de ser generosos y dar de lo que tenemos, donar u ofrendar dinero, diezmar, dar más trabajo, ocuparnos de las personas que viven con nosotros y no las vemos, pienso en empleados, jefes, compañeros, vecinos, etc.

La maravilla de las parábolas es que nunca se agotan, si el buscador tiene necesidad y hambre de algo nuevo, si sabe cómo el mercader valorar las riquezas que Dios nos propone, si el buscador es capaz de arriesgarse a cambiarlo todo por algo más valioso que todo lo que tiene; si tenemos estos elementos, las parábolas aún tienen esa riqueza del tesoro escondido en el campo, a la espera que entreguemos todo para buscarlo.

Porque también los personajes de la parábola tienen algo que no suele tener buena prensa religiosa, que se llama ambición. Los personajes de esta parábola, tienen ambición de algo maravilloso, y se arriesgan a todo, no están conformes con lo que tienen como el mercader o bien al encontrar el tesoro en el campo, y descubrir su riqueza oculta, su ambición vence todos los planes anteriores y se lanza al vértigo del riesgo para hacer vivir y apropiarse de ese nuevo tesoro que se le presenta.

Yo le pido hoy para mi vida y para la de todos nosotros, tener hambre del reino, vivir como el mercader esperando la perla de Jesús cuyo brillo alimente mi ambición de recibir más de sus riquezas, tener la actitud de arriesgarlo todo para alcanzar la maravilla que se nos propone, porque ese tesoro es valioso, no solo para cada uno de nosotros, sino para nuestras familias, nuestros amigos, nuestros enemigos y para toda la humanidad.

Dios busca personas, que aprecien el valor del reino y lo arriesguen todo por Él y que siempre estén buscando los tesoros infinitos de su Reino