No importa cuál sea la situación por la que estemos atravesando, cualquiera sea el problema al que nos estemos enfrentando, lo importante es NO RENDIRNOS.
Muchas fueron las situaciones difíciles y complicadas, por las que he atravesado a lo largo de mi vida, algunas de ellas han dejado secuelas; pero he llegado a este presente como un “servidor” de Al 3er Día, porque nunca me he rendido ante ninguna de esas circunstancias, en las que parecía que no había ninguna salida.
Podemos oír muchas veces, que nos digan “NO TE RINDAS” u escuchar charlas motivacionales que nos invitan a no rendirnos y a seguir adelante por algo mejor; pero seguramente pensemos: “fácil, es decir NO TE RINDAS, pero ante situaciones como la que estoy pasando, es muy difícil o imposible no hacerlo”.
Si estamos pensando de esta manera, primero debemos saber que “tan difícil” es NO RENDIRSE.
Entonces, para saber el grado de dificultad, lo mejor es empezar a preguntarnos: ¿qué tengo que hacer? ¿Cómo hago para no rendirme?
Hace muy poco tiempo, he visto rendirse a alguien que yo conocía, esa persona tenía todo lo que cualquiera puede anhelar tener en esta vida (salud, casa, auto, hijos, nietos, familia, sin sobresaltos económicos).
La palabra de Dios en Juan 8, 44 dice que “el diablo es el padre de la mentira” y en Juan 10, 10 “que ha venido a robar, matar y destruir”.
La persona de quien les hablo se rindió porque fue engañado por “ese” enemigo, quien con mentiras, le robó la esperanza, le destruyó su sentido común y posteriormente lo llevó al extremo de quitarse la vida.
Lo tenía todo, sí; y aunque yo sé que creía en Dios, le faltó poner su esperanza en Él.
Entonces; y volviendo a la pregunta ¿cómo hago para no rendirme?, lo primero que debemos hacer, es no permitir que ese “príncipe de la mentira”, ingrese a nuestras vidas, no creer en lo que nos dice a través de las circunstancias que nos rodean, esas que nos quieren hacer creer que todo está perdido, que ya no hay salida, que no hay más posibilidades; debemos “bloquearlo” (tal como hacemos en las redes sociales).
Hay un poema de Almafuerte (maestro y poeta argentino), muy conocido que comienza diciendo: “No te sientas esclavo ni aún esclavo, no te des por vencido ni aún vencido”
Si nos vamos al libro del Génesis en el capítulo 37, podemos leer la historia de José (el hijo amado de Jacob), quien fue vendido como esclavo por sus hermanos mayores; sin embargo, ése José perseverando en el Señor, terminó siendo el hombre más importante de todo Egipto, por encima de él únicamente estaba el Faraón.
Podemos tomar éste pasaje bíblico como ejemplo y cuando nos encontremos en esa situación en la que no hallamos la salida; a partir de ahí; y desde “ese” lugar de derrota, tenemos que perseverar y tener presente las promesas que a través de su palabra el Señor nos ha transmitido.
Como lo que está escrito en Jeremías 29, 11 “sólo yo sé los planes que tengo para Ustedes, planes de prosperidad y no de desgracia, pues les daré un porvenir lleno de esperanza”.
“Esperanza”, hace muy poco escuché la siguiente anécdota:
Un médico, por sus logros, sus premios y su gran currículum fue designado director de un hospital de niños muy grande.
Este médico, que también era investigador, estudiaba y supervisaba personalmente cada historia clínica de los niños que pasaban por el hospital.
A través de las estadísticas, pudo ver que había un piso que tenía un índice de mortalidad muy bajo, casi nulo.
Entonces, comenzó a revisar todos los detalles y no podía encontrar que tenía de diferente “ese” piso a los demás, al no encontrar diferencias decidió preguntarle a la enfermera Jefe de piso: por qué todos o casi todos los niños que eran asignados a su piso, se mejoraban y eran dados de alta, más allá del diagnóstico por el cual ingresaban; la enfermera respondió: es muy sencillo, porque yo les doy un medicamente que usted no les da.
Usted hace que les inyecten medicamentos, yo les doy besos donde las agujas los pincharon.
También los acaricio en el lugar donde usted apoyó su estetoscopio frío.
Usted les pregunta un montón de cosas, yo los escucho, me río con ellos; y cuando me preguntan, en mis respuestas les doy el remedio más importante para su mejoría, les doy un motivo, una razón para mejorar, para curarse; les doy esperanza.
El médico no se quedó con la respuesta de la enfermera, sino que buscó en el laboratorio probar lo que había escuchado; por lo tanto, tomó dos ratas hermanas y comenzó a alimentarlas por separado, a una le hablaba, daba alimentos y la acariciaba, mimaba y jugaba con ella durante 5 minutos en cada comida; mientras que a la otra sólo le daba de comer en silencio.
Al cabo de unos meses la diferencia a la vista era impresionante, la que recibía caricias y palabras tenía un pelo más brilloso, era juguetona y del doble de tamaño que su hermana, pese a que recibieron la misma cantidad de comida, mientras que la otra además de ser mucho más pequeña, su pelo era diferente y era muy hostil, no sólo con los humanos, sino también se mantenía aislada cuando se la colocaba junto a las de su misma especie.
Entonces, con su investigación el médico pudo probar que lo que decía la enfermera no eran sólo palabras abstractas, “la esperanza nos da vida” y eso es una realidad probada científicamente.
Por ello, escuchemos la palabra de Dios, que es la que nos dá vida, mantengamos la esperanza en las promesas que nos hizo el Señor, ¿por qué? porque ÉL nos ama y nos lo dijo a través del profeta, en Isaías 43, 4 “tu vales mucho para mí, eres valioso y yo te amo”.
Rendirnos no es una opción para nosotros, Jesús es el camino, la verdad y la vida (Juan 14,6) y a Dios le pedimos (como lo hizo David en el Salmo 25,4-5) “muéstrame Señor tus caminos, muéstrame Señor tus sendas, guíame en el camino de la verdad, enséñame Señor, porque Tú eres el Dios que me salva”.
Entonces, NO NOS VAMOS A RENDIR, sino que vamos a tener convicción en lo que nos espera y certeza en lo que no vemos.
NO NOS VAMOS A RENDIR, porque tenemos ESPERANZA, tenemos FE.