¡Qué maravilloso sería estar siempre entusiasmados con las cosas del Señor! Pedirle el sentir ese Fuego en el corazón para permanecer encendido en un amor renovado, todos los días por Él. ¡Vamos por más! ¡No nos quedemos! ¡Nos esperan días y años de vida llenos de bendiciones!¡Gracias Señor!
¿Te ha sucedido en alguna oportunidad que varios problemas a la vez se agolpan a tu vida y no sabes qué hacer? Por ejemplo, en economía, salud, familia, … por todos lados estamos complicados… Dios nos dice en su Palabra que hay ‘batallas’ que no debemos pelearlas nosotros, que es Él Quien las enfrenta. Cierta vez, hablábamos con una mujer que estaba en una situación así, con varias dificultades difíciles de resolver, y ella quería enfrentarlas a todas; entonces le dijimos que no peleara en todos los lugares porque se desgastaría. Hay cosas que no podemos manejar y debemos decir “Señor, haz tu obra porque esto me supera, no sé cómo actuar, no sé qué decir”, y nos abandonamos en sus Manos Poderosas para que Él tome Autoridad en esa situación.
A lo largo del tiempo, desde que nos encontramos con el Señor, hemos tenido muchas batallas. Y a partir de ese primer encuentro, estábamos encendidos en Fuego Santo, a todos queríamos hablarles de lo que Dios había obrado en nosotros. Sucedió que, en una Navidad, una persona sacó a ‘relucir’ cosas de nuestra Santa Iglesia Católica y empezamos a defenderla, nos desgastamos con esa lucha. Y en un momento determinado Dios nos dijo: “Ésta no es tu batalla, ésta no debes pelearla, no tienes que discutir, no tienes que hablar”. Y a partir de ahí comenzamos a comprender y lo pusimos en práctica en diversas oportunidades.
Son momentos en los que debemos tener más FE para no actuar que para actuar, FE para decir “me quedo tranquilo, no opino y dejo que Dios obre con Poder, que traiga Luz a esa persona para que pueda entender”. En 2 Crónicas 20,1-2 dice: “Después de un tiempo, los moabitas y los amonitas junto con los meunitas fueron a combatir contra Josafat; entonces le informaron: ‘Una gran multitud procedente de Edom avanza contra ti desde el otro lado del mar y ya están en Jasasón Tamar, es decir, en Engadí.” Josafat se encuentra con una noticia que trastoca toda la situación que estaba viviendo el Pueblo de Dios, y en el versículo 3 dice que estaba “muy atemorizado”, porque eran tres frentes enemigos a la vez. “Están cerca…”: era a un día, día y medio como mucho, de poder llegar. Nos sucede ¿verdad?, cuando recibimos esas noticias con las cuales no sabemos cómo actuar, qué decir, con quién orar, con quién hablar; no te da el tiempo para solucionarlo. En unas horas tienes tres enemigos que golpean a tu puerta para destruirte. “Josafat muy atemorizado decidió consultar al Señor y proclamó un ayuno en toda Judá. Judá se reunió para implorar al Señor y acudió gente de todas las ciudades. Entonces Josafat se puso de pie en medio de la asamblea de Judá y Jerusalén, en la Casa del Señor delante del atrio nuevo” (vers.3-5). Quiere decir que tú y yo, al igual que Josafat, ante una noticia así podemos sentir temor; pero también podemos actuar como él yendo a los Pies del Señor. Eso debemos hacerlo siempre, en todo lugar y en todo momento: pedir la iluminación del Espíritu Santo. Y si en alguna oportunidad caes, te levantas, te acomodas un poco la ropa y retomas el camino por el que ibas. En el corazón del rey hubo angustia, pero inmediatamente pasó de “modo miedo” a “modo FE”. Es bueno que aprendamos esto: puede haber situaciones difíciles, pero DIOS ES DIOS EN TODO MOMENTO. “Señor, Dios de nuestros padres, ¿acaso no eres Tú el Dios del Cielo y El que domina a todos los reinos de las naciones? ¿No está en tus manos la fuerza y el poder sin que nadie pueda resistirte? ¿No has sido Tú, Dios nuestro, que expulsaste a los habitantes de esta tierra ante tu pueblo Israel y se la entregaste para siempre a tu amigo Abraham?” (vers.6-7). De esta manera, Josafat estaba reafirmando el Poder de Dios que había conocido en todo aquel tiempo. Dios ha hecho maravillas en tu vida ¿verdad?, Él te ha sanado, te ha liberado, te ha restaurado, … ¡Dale gracias al Dios Eterno, al Dios Fiel!
¿Cómo actuamos cuando tenemos estos frentes enemigos? ¿Ayunas, clamas, perseveras, …? ¿O te deslizas en las cosas del mundo? Cuando se prende la luz roja en tu vida, debes actuar con decisión. Los tres enemigos del hombre son el demonio, el mundo y la carne, y con ellos debemos batallar todos los días. ¿Cómo? Adorando, dando gracias al Creador por todo lo que ha obrado en nuestra vida, y perseverando; así, el Cielo se abre y hay paz y gozo. Recuerdo que cuando tenía 12 o 13 años, vivíamos en San Ramón, y en el río Santa Lucía (República Oriental del Uruguay), había un puente ferroviario al que siempre subía con amigos. Un día llegué antes que todos y subí solo al puente, caminé hasta la altura por donde pasa el caudal del río, y en un momento a pocos metros de mí se acercaba el tren y no tenía salida. Sentí que estuvo la Mano de Dios allí porque actué como todos los días, sin miedo, miré hacia el costado y justo ahí había una de las columnas que sostenían el puente, y en un espacio pequeño me metí. En ningún momento me puse nervioso, ahí me quedé, la camisa se me volaba con el viento que producía el pasar del tren, y los que estaban abajo del puente fueron espectadores de todo esto. Y preparando esta prédica, después de haber traído a mi memoria este hecho, tuve una visión: vi caminando al Señor que me llevaba de su Mano, “los” veía de espaldas; Él me mostró que me había acompañado hasta mi casa que quedaba a cuatro o cinco cuadras de allí, y me abrió la puerta … Entonces hoy puedo decir: “Señor, ¡¿no eres Tú el que me ha cuidado?!”
“Ellos han habitado y han edificado un santuario para tu Nombre diciendo: ‘Si nos sobreviene alguna desgracia, la espada, el castigo, la peste o el hambre, nos presentaremos delante de Ti en esta Casa porque tu Nombre reside en Ella. Te invocaremos entre angustias y Tú nos oirás y nos salvarás’” (vers.8-9). Declara: “Te invocaré, Señor, en mi angustia, ¡y Tú me oirás y me salvarás! Amén”. Más adelante, aparece un hombre que recibe una profecía: “Entonces el Espíritu de Señor descendió sobre Jazaziel, hijo de Zacarías, hijo de Benayas, hijo de Yeiel, hijo de Matanías, levita, de los descendientes de Asaf; y dijo: ‘Toda Judá, todos ustedes habitantes de Jerusalén, y tú, rey Josafat, así habla el Señor: “No teman ni se acobarden ante esa gran muchedumbre, porque esta guerra no es de ustedes sino de Dios. Bajen a atacarlos mañana y suban por la cuesta de Sis, y ustedes los encontrarán al extremo del valle frente al desierto de Yeruel. No tendrán necesidad de combatir en esta ocasión. Deténganse allí sin moverse y verán la salvación que el Señor les tiene preparada”’. Josafat y toda la tribu de Judá se postraron en tierra y adoraron al Señor” (vers.14-18). Adoraron en alta voz a Dios con la certeza de que serían liberados, era una adoración de agradecimiento. Así nosotros, debemos adorar con fervor porque nuestra oración tiene que llegar al Cielo para que Dios diga “¡Ahí está mi hijo!”, “¡Ahí está mi hija!”, “Están adorándome, son fieles, están permanentemente buscando mi Corazón”. Josafat era un hombre de ésos y no dejaba que sus enemigos, aunque vinieran todos en el mismo momento, lo llevaran por delante.
“Al consultar al pueblo designó a unos cantores para que avanzaran al frente de los guerreros, revestidos con ornamentos sagrados y alabanzas al Señor, diciendo: ‘¡Alaben al Señor porque es eterno su amor!’ Y en el momento en que ellos comenzaron las aclamaciones y las alabanzas, el Señor sembró la discordia entre los amonitas, los moabitas y los de la montaña de Seír que habían venido a invadir Judá. Se batieron entre ellos y se destruyeron mutuamente” (vers.21-23). Porque cuando tú comienzas a adorar de todo corazón, sin distracciones, Dios hace que “EN ESE MOMENTO” los enemigos se destruyan entre ellos. Hoy el Señor nos enseña a pelear una batalla sin tocar un arma, solamente orando con todo nuestro ser y llegando hasta el Cielo, y así poder vivir acá en la Tierra lo que se vive Allá. ¡Gloria a Dios!