Vasijas vacías.

Escrito el 29/10/2021
Jose Ferrua

  “Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterno su amor. Díganlo los redimidos del Señor, los que ha redimido del poder del enemigo, y los ha congregado de las tierras
del oriente y del occidente, del norte y del sur. Anduvieron perdidos por el desierto, por la soledad sin camino, sin hallar ciudad en donde vivir. Hambrientos y sedientos, su alma desfallecía en ellos. Entonces clamaron al Señor en su angustia, y los libró de sus aflicciones. Los dirigió por camino recto, para que viniesen a ciudad habitable. Alaben la misericordia del Señor y sus maravillas para con los hijos de los hombres. Porque sacia al alma menesterosa y llena de bien al alma hambrienta” (Salmo 107,1-9). ¿Te identificas con estas palabras? Nosotros somos los redimidos por el Señor. Él extendió su mano y nos puso a su lado; algunos caminamos junto a Él desde hace muchos años y otros recién comienzan, pero todos nos sentimos rescatados y congregados en esta Comunidad. Estábamos hambrientos y sedientos, pero aquellos que invocamos su Nombre recibimos su Fortaleza para seguir andando. Si hemos resistido a este tiempo de pandemia tan difícil en el que muchas personas conocidas han partido, los que nos mantenemos firmes y seguros en el Señor, es gracias a la perseverancia en su Palabra y en su Iglesia. A pesar de lo terrible que veía desde afuera, en mi corazón sentía paz y estaba confiado en que Dios nos cuidaría y nos fortalecería a mí, a toda mi familia y a mi Comunidad.

  En 2 Reyes 4,1-7 dice: “Una mujer de las mujeres de los hijos de los profetas clamó a Eliseo, diciendo: - ‘Tu siervo, mi marido, ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso del Señor, y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos. Eliseo le dijo: -‘¿Qué puedo hacer por ti? Dime qué tienes en casa’. Y ella dijo: - ‘Tu sierva, ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite’.  Eliseo le dijo: - ‘Ve y pide para ti, vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas. Entra luego y enciérrate, tú y tus hijos, y echa en todas las vasijas, y cuando estén llenas ponlas aparte’. Se fue la mujer y cerró la puerta, encerrándose ella y sus hijos; ellos le traían las vasijas y ella echaba del aceite. Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: - ‘Tráeme aún otras vasijas’. Y él dijo: - ‘No hay más vasijas’. Entonces cesó el aceite. Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: - ‘Ve y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivirán de lo que quede’”. Esta mujer está con una dificultad muy grande, ¿verdad? Estaba angustiada porque debía dinero y no podía pagar. Varios de nosotros seguramente estuvimos alguna vez en una situación parecida. En cambio, lo de esta mujer estaba agravado porque los que responderían a esa deuda serían sus hijos, corriendo el peligro de acabar siendo esclavos. Poniéndonos en el lugar de Eliseo, probablemente hubiésemos encarado el tema de una manera más afectiva; porque nosotros, servidores del Señor, cuando alguien se acerca con un dolor, tratamos de consolarlo. En cambio, Eliseo le pregunta que qué puede hacer por ella y qué es lo ella tiene en su casa. Cuando leemos esto nos impacta ¿verdad? Pero lo interesante de esta historia, es que esta mujer estaba a punto de descubrir que lo que Dios necesitaba era lo poco que ella tenía. “Ve y pide prestado a todos tus vecinos unos recipientes vacíos, y cuanto más sean, mejor. Luego entra y enciérrate con tus hijos …” (vers. 3-4). La mujer ESCUCHÓ y ACTUÓ, no cuestionó en ningún momento la orden del profeta: siempre que Dios nos habla por medio de algún hermano, o a partir de las Escrituras o de alguna cita en la Santa Misa que nos toca el corazón porque va directo a la situación por la que estamos atravesando, es importante que escuchemos y pongamos por obra. “Ella se fue y se encerró con sus hijos, y éstos le presentaban los recipientes y ella los iba llenando. Y cuando todos estuvieron llenos, ella dijo a su hijo: - ‘Alcánzame otro recipiente’. Pero él le respondió: ’Ya no quedan más’. Entonces dejó de correr el aceite. Ella fue a informar al hombre de Dios, y éste le dijo: ‘Ve a vender el aceite y paga la deuda. Después tú y tus hijos podrán vivir con el resto” (vers. 5-7). Dios transformó el momento angustiante de esta mujer a través de Eliseo. Recordaba aquella época en la que yo no encontraba salida a mi problema y que, por medio de una persona enviada por Dios, encontré alivio en el corazón y un cambio rotundo en mi vida. El Señor realizó de manera milagrosa lo que la viuda no podía hacer: solucionó el problema de la deuda y trajo la liberación de sus hijos; o sea, Dios sobreabundó. Porque cuando Él nos da y nosotros nos entregamos en sus Manos manteniéndonos fieles y firmes en la obediencia, su Generosidad sigue fluyendo…  Posiblemente no estés “llenando con aceite las vasijas”, pero tengo la seguridad de que cuando Dios tocó tu corazón como tocó el mío, sentiste la Paz y la Alegría de saber que había posibilidades en un “mañana” y salir de las encrucijadas. Yo estaba agobiado; el Toque del Señor no me llenó los bolsillos de dinero, pero sí me dio en el corazón la tranquilidad de saber que Él estaba a mi lado … ¡Y eso es inigualable! ¡Eso no tiene precio!

  Dios tiene puestas sus Manos de Poder sobre nuestras vidas, por ello, no podemos de dejar de adorarlo con entusiasmo, contagiándonos de Su Amor para luego transmitirlo al prójimo. Lo que Dios me ha dado lo quiero compartir contigo, y lo que te ha dado a ti yo deseo recibirlo. ¿Cómo comenzó todo esto? Comenzó con algo que parecía “nada”: “Tu servidora no tiene nada más que un frasco de aceite …” (vers. 2). O sea que, para la viuda, ese frasco de aceite era “nada” en comparación con el problema que tenía. A veces nos sucede lo mismo: nos enfocamos en lo que no tenemos … ¿Te identificas con esto? Pero Eliseo era un HOMBRE DE FE y sabía que ella algo tenía, por eso le preguntó: “¿Qué tienes en tu casa?” … Todos tenemos “algo”. Ese “nada más” de la mujer desata el milagro, y el aceite empieza a bullir encontrando un lugar donde depositarse-las vasijas vacías-. Muchas veces nos privamos de que Dios obre en nuestras vidas porque creemos tener poco o nada que darle

  Aparentemente el relato nos muestra que sólo tiene un frasco de aceite, pero ella “imploró”-dice la Palabra- ante Eliseo, o sea, que en realidad también tenía HUMILDAD. En Eliseo-hombre de Dios-está representada la Comunidad, la Iglesia, en la que hay santos y santas que trabajan cada día para que Dios descienda sobre la vida de las almas y Lo conozcan. Muchas veces decimos que no tenemos nada o que todo lo que nos sucede es malo, y al hacer una lista de todo lo bueno que tenemos, nos asombramos. Esta viuda también tenía casa, tenía FE, tenía OBEDIENCIA-escuchó y se puso en movimiento-, tenía vecinos-símbolo de la Comunidad-que le brindaron lo que necesitaba, y tenía a sus hijos que le ayudaban … Me imagino que, al encerrarse, primeramente habrán clamado al Señor para que obrara y los sacara de ese conflicto. Pienso igualmente que los tres eran sanos, voluntariosos-porque podemos creer en Dios y no tener voluntad para movernos a buscar soluciones-, tomaron decisiones, y respetaban al hombre enviado por Dios.

  Una de las estrategias del enemigo es enfocarnos en lo que no tenemos o en lo que tuvimos en un tiempo pasado y ya no lo poseemos y por eso lo añoramos. Satanás nos distrae con esos pensamientos y quedamos “empantanados” sin poder salir; tampoco quiere que mires qué tienes dentro de tu “casa”, que es el interior de tu ser donde encuentras dones sobreabundantes; y mucho menos quiere que vayamos al encuentro del Señor para donarle lo poco que tenemos y que con eso obre milagros … Voy a compartirte el secreto de todo esto: Dios no necesita mucho para realizar milagros, sólo “un frasco con aceite”, el “frasco del sacrificio”, el “frasco de querer salir del lugar donde estás”, … “Señor, quiero servirte en una Comunidad, te presento mi frasco, el de poder ayudar a las personas necesitadas de Ti”. No podemos quedarnos únicamente con el “si pudiera …”, “si tuviera tiempo …”, “si fuera más joven …”, … Dios acomoda nuestra vida para que podamos servirlo. No debemos pasar el tiempo pensando en dónde quisiéramos estar dejar ni dejar de invertir en el presente, en el hoy.

  No quiero decir que no sueñes, ¡SUEÑA!, pero mientras sueñas trabaja en tu presente haciendo cosas para el Señor, de esta manera cambiará tu carácter y tu vida. “- ‘¿Qué tienen ustedes?’ … ‘cinco panes y dos pescados’-” (Mateo 14,16-17).  ¡Listo! Con eso tenemos para cenar …, porque Dios utiliza lo poco que tenemos para multiplicarlo. Volviendo al Salmo 107: “…porque Él sació a los que tenían sed y colmó de bienes a los hambrientos” (vers.9). “Gracias, Señor, porque me has saciado, me has dado todo lo que necesitaba, ¡calmaste las aguas de mi tormenta y me diste un camino seguro!” Te invito a poner a disposición del que la necesite, tu vasija vacía, así como te encuentras … “Heme aquí Señor, en mi casa hay vasijas vacías”, por eso Eliseo dice “a todos”, tengas la edad que tengas, estés sano o enfermo, ¡a todos!, ¡no se salva nadie! “Señor, te presento mi vasija, envíame …”

  Dios busca hombres y mujeres por medio de los cuales obrar para liberar, sanar, consolar, … ÉL TOMA LO POCO QUE LE DAMOS Y TRAE SU PODER SOBRENATURAL en los necesitados, en aquellos que no saben qué hacer con sus vidas, … El mundo necesita conocer al Dios que nosotros tenemos, es tiempo de anunciarlo … No pierdas la oportunidad: cuando alguien golpee a la puerta de tu casa para pedirte un recipiente vacío, dáselo. ¡Seamos dadores! … ¡Bendito sea Dios!