Semana 2
Acercar la presencia de Dios a nuestros seres queridos, perdonar, pedir perdón,
hacer de nuestro cuerpo y nuestra mente un templo para que Dios habite.
Día 14 / 16 de diciembre:
Realizamos la oración diaria.
Recuerdo los motivos por los que estoy ayunando.
Palabra de Dios:
Juan 14:12-16
En verdad les digo: El que crea en mí hará las mismas obras que yo hago y, como ahora voy al Padre, las hará aún mayores. Todo lo que pidan en mi Nombre lo haré, de manera que el Padre sea glorificado en su Hijo. Y también haré lo que me pidan invocando mi Nombre. Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos, y yo rogaré al Padre y les dará otro Protector que permanecerá siempre con ustedes.
Mateo 21:21-22
Jesús les declaró: “En verdad les digo: si tienen tanta fe como para no vacilar, ustedes harán mucho más que secar una higuera. Ustedes dirán a ese cerro: ¡Quítate de ahí y échate al mar!, y así sucederá. Todo lo que pidan en la oración, con tal de que crean, lo recibirán.”
Romanos 8:28-32
También sabemos que Dios dispone todas las cosas para bien de los que lo aman, a quienes él ha escogido y llamado. A los que de antemano conoció, también los predestinó a ser como su Hijo y semejantes a él, a fin de que sea el primogénito en medio de numerosos hermanos. Así, pues, a los que él eligió los llamó; a los que llamó los hizo justos y santos; a los que hizo justos y santos les da la Gloria. ¿Qué más podemos decir? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
Reflexión:
Papa Francisco. (Homilía en Santa Marta, 06 de diciembre de 2013)
No sé si quizás esto suena mal, pero, la oración, rezar, es un poco molestar a Dios para que nos escuche. Pero, el Señor lo dice: como el amigo a medianoche, como la viuda al juez... Es atraer los ojos, atraer el corazón de Dios hacia nosotros...
Y esto lo han hecho aquellos leprosos que una vez se le acercaron: “¡Si quieres, puedes sanarnos!”. Lo han hecho con una cierta seguridad. Así, Jesús nos enseña a rezar.
Cuando nosotros rezamos, a veces pensamos: “Pero, si, yo digo esta es mi necesidad, le digo al Señor una, dos, tres veces, pero no con tanta fuerza. Después me canso de pedirlo y me olvido de pedirlo”. Éstos gritaban y no se cansaban de gritar.
Jesús nos dice: “Pidan”, pero también nos dice: “Llamen a la puerta”, y quien llama a la puerta hace ruido, disturba, da fastidio”.
Insistencia hasta el límite del fastidio. Pero también una inquebrantable certidumbre. Los ciegos del Evangelio son aún un ejemplo. Se sienten seguros de pedir al Señor la salud, porque a la pregunta de Jesús si creen que Él pueda curarlos, ellos responden: “Sí, Señor, creemos, estamos seguros”
Y la oración tiene estas dos actitudes: es necesaria y es segura. Oración necesaria siempre: la oración, cuando nosotros pedimos alguna cosa, es necesaria:
“Tengo esta necesidad, escúchame, Señor”.
Pero también, cuando es verdadera, es segura: “¡Escúchame! Yo creo que tú puedes hacerlo porque tú lo has prometido”
[...] Pensemos si nuestra oración es necesaria y es segura: necesaria, porque decimos la verdad a nosotros mismos, y segura, porque creemos que el Señor puede hacer aquello que le pedimos.