“En la periferia de la ciudad de Roma, hay un monasterio cisterciense en el cual viven monjes benedictinos, reformados, conocidos también como trapenses, quienes en la Argentina, tienen una comunidad cerca de la ciudad de Azul. En este monasterio, de las afueras de Roma, vivía un monje benedictino que en su vida espiritual, iba de un extremo al otro. Durante un mes oraba con fervor, ofrecía ayunos, era caritativo con todos, hacía todos los servicios de la comunidad, pero al mes siguiente, no tenía ganas de rezar, y no oraba, no tenía ganas de hacer un servicio a los hermanos, y se escondía, de las tareas que debía realizar. Algún hermano se lo había señalado. Le decía tú eres muy cambiante, muy ciclotímico, pasas de un extremo al otro. Entonces, al principio se molestó por la corrección de los hermanos, pero después comenzó a llevar a la oración lo que le decían los otros, y le pregunto al Señor: ¿”Por qué esto? ¿Cuál es el origen? ¡Yo quiero cambiar Señor!” Entonces le vino a la memoria recuerdos que le hacían comprender que sus papa tenía una actitud muy semejante y su abuelito, que en los últimos años de su vida había vivido con ellos también era así. El recurso que era un hombre que en algunos periodos le hablaba de Jesús a todos, pero después en otros periodos, no pisaba la iglesia ni hablaba de Dios, por dos o tres meses. Y un día estaba con una sonrisa y lo acariciaba, pero al siguiente día, pasaba por al lado y ni siquiera te saludaba… Entonces se dio cuenta de que también a ellos le faltaba este equilibrio. Y orando le vino al pensamiento la palabra “equilibrio” y esta es una de las formas de hablar del Señor. De la primera manera Dios nos trae recuerdos, y en este caso fueron recuerdos de su familia, de cómo actuaba su papa, de cómo actuaba su abuelo, La otra forma que tuvo Dios, de comunicarse fue a través de la palabra que le vino al pensamiento de manera repetitiva y que en este caso era equilibrio. Pero anteriormente Dios le había hablado a través de los hermanos, de este hermano que le dijo “tú eres ciclotímico y te vas de un extremo a otro”… Y a pesar de que al principio tuvo una reacción de enojo, de no querer aceptar esas palabras del Señor a través de los hermanos, después, él desde la oración, logro escuchar al Señor. Y el mismo contaba que en esos días, estaba limpiando un desván, cuando encontró en ese lugar un pequeño cuadro, que tenía una imagen de la Virgen que estaba con las dos manos en alto, como en un perfecto equilibrio y que decía abajo, Madonna del equilibrio. Es que cuando Dios nos quiere aportar datos importantes para nuestro bienestar y salvación nos lo da de todos lados.
De esta manera este monje comprendió que era la Virgen Santísima y Dios mismo quien le estaba ofreciendo la gracia del equilibrio, para todas las áreas de su vida. Equilibrio que él no había tenido hasta ese momento, como tampoco lo habían tenido los hombres de su familia.
Cuenta la historia que tiempo después los monjes de esta comunidad tuvieron una audiencia con el papa Pablo VI y que en esa audiencia le presentaron, esta imagencita, a la que le pusieron un marco y la restauraron; entonces el papa Pablo VI dijo:” la Madonna del equilibrio, justo lo que nos hace falta en estos tiempos” Es hermoso ver como esa sanación que empezó en ese monje, fue bendición primero para él, en la medida que empezó a orar por sus antepasados. Y este testimonio llega hasta nosotros, a fin de también enriquecernos como miembros del mismo cuerpo místico que es la iglesia. “(Extraído del libro: Seremos bendecidos de generación en generación. P. Gustavo Jamut.OMV)
Leemos la Palabra de Dios
‘Si confiesan su iniquidad y la iniquidad de sus antepasados, por las infidelidades que cometieron contra Mí, y también porque procedieron con hostilidad contra Mí, (Yo también procedía con hostilidad contra ellos para llevarlos a la tierra de sus enemigos), o si su corazón incircunciso se humilla, y reconocen sus iniquidades, entonces Me acordaré de Mi pacto con Jacob, Me acordaré también de Mi pacto con Isaac y de Mi pacto con Abraham, y Me acordaré de la tierra.
Levítico 26:40-42
Ni presenten los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de iniquidad, sino preséntense ustedes mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y sus miembros a Dios como instrumentos de justicia.
Romanos 6:13
Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad (iniquidad).
1Juan 1:9
Oremos
Señor Jesús en este momento traigo a mi memoria el momento en que Tú te entregaste para remisión de todos nuestros pecados. Asimismo te pido, Señor que me ayudes a crucificar y hacer morir todo deseo de la carne, todo apetito el hombre interior que está en mí y que opera según los deseos de mi vieja naturaleza, y que viene trayéndome iniquidad a través de mi línea sanguínea. Pongo Tu Sangre divina Señor Jesucristo para que pase a través de mi cordón umbilical, y ordeno que sea pasada también a mis generaciones venideras, para que sea limpiadas de toda transferencia maligna, y de toda iniquidad de mi pasado. Ruego por mis padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos, que sea transferido a ellos también el perdón de sus pecados, y la limpieza a través de Tu Divina Sangre. Ruego a la Virgen Santísima que esté orando por mí y por mi familia en este momento.
Amén